LA OTRA CRÓNICA

Ocho minutos. Todo un cuarto. Y ya estábamos de fiesta. Una fiesta reprimida, porque todavía quedaba por jugar, pero una diferencia tan insultante que permitió que los nerviosos, yo mismo, miráramos con total tranquilidad el paso de los segundos hasta llegar al 0 que marcaría el sueño de toda una temporada.

Para los que no fuisteis os comentaré que la piscina de Premià, en cuanto a la posibilidad de público, se parece bastante a la de San Antonio Benagéber. Imaginaos a los pobres aficionados locales cuando entraron a ver a su equipo y se encontraron todo lleno de una chillona hinchada con pancartas, banderas, bombos, megáfonos y toda suerte de artilugios para el merdé.

Yo creo que hasta alguno se asustaría y pegaría media vuelta.

Y claro, todo cambió. No jugábamos en su campo. Nazaret tenía una sucursal a cuatrocientos kilómetros, y lo que es peor, con un equipo, el local, que no previó que aquella locura naranja fuera a invadir sus coquetas instalaciones. (Por cierto que les están construyendo otras, justo al lado de las actuales, que según los planos les quedarán de lo más fashion. Qué envidia). Sin duda quedaron afectados por una suerte de shock porque, recuerdo, no habían cedido un solo punto en su campo.

Y los nuestros saltaron a la piscina con doble carga de revoluciones. A los tres minutos ya señalaba el marcador 0-2. Bien.Tranquilidad. Y dando muestras de que la cosa iría aumentando. Nacho paraba lo poco que le llegaba, y veíamos hueco en ataque.

Pero ese 0-2 tan rápido hizo creer que no habría que currárselo tanto, y se notó que en ataque se buscaba el gol sin la necesaria circulación. Vimos entonces que el otro portero paraba, para eso está, y que nos bloqueaban los tiros. Y un penalti abrió nuestra portería, para acabar con un espectante 2-2.
Y en el segundo cuarto otra vez el traje de faena. Apenas le llegaban tiros a Nacho, y la mayoría desviados. No conté los bloqueos pero creo que nunca ha habido tan gran efectividad. 4-8 al descanso, y una sensación de alegría contenida. "Recordad cómo estábamos en el descanso contra el Montju".

Pero es que el tercer cuarto fue demoledor. 1-7, casi na.

Así las cosas, cuando llegó el pitido final, pasó como con esas botellas de cava que se están abriendo pero ponemos la mano porque todavía no toca, que cuando por fin puedes, apenas sale un piiif, porque ya has estado soltando gas sin poder remediarlo.

No fue el sufrimiento del Montjuic, con un partido perdido, resignado, esperanzado, y la locura del triunfo final.

Fue, qué demonios, el triunfo lógico de un equipo que mereció desde el principio la victoria. Sin más historia.

Pero es que hay mucha historia.

La que va escribiendo el Turia.

Amunt.

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PS.

De todas formas, el árbitro rubito...